lunes, 29 de septiembre de 2008

¡Zafarrancho de combate!

He tomado una decisión que no tiene paso atrás. Probablemente me arrepienta, pero, hay ocasiones en la vida en las que hay que tomar decisiones cruciales, por duras o arriesgadas que puedan resultar. Señores, he declarado la guerra a mi ducha.

Desde que a Cromwell le cortaron la cabeza en 1658 y la enterraron en un College de Cambridge, ningún producto químico, natural, tan siquiera una bayeta, han entrado en mi ducha. Resulta una paradoja de la vida, pero ¿Cómo puede albergar tanta mierda un paralelepípedo de 2 por 1 por 0,5 metros? No se pueden hacer una idea.

Entré la primera vez confiado por las palabras de Mrs. Schofield: "He limpiado durante el weekend", me dijo, con una sonrisa, nada más llegar a la casa. Primer error. No te fies jamás de lo que te diga, sobre temas de limpieza, una casera. Más cuando, nada más conocerla, dudaste de su afición por la misma. Sin embargo, incauto y confiado, entraba cada mañana a la ducha sin encender la luz (la claridad de la mañana lo permitía) y me duchaba. Ya me parecía en esos momentos que "aquello" necesitaba "un repaso". ¡Joder! Un repaso pensaba... Una mañana, de evocante repelús, me duché con la luz encendida: error, craso error. En ese mismo momento se me apareció la realidad de la que, probablemente, sea la ducha con más mierda del globo terráqueo.

Esa misma tarde quise comprar un lanzallamas (remedio infalible), pero el desconocimiento en materia de redes mafiosas británicas me obligó a comprar unas toallitas impregnadas de algo similar al silik bang (la suciedad se va en un bang). En todo caso, altamente corrosivas. ¡Justo lo que necesitaba! Tomé varias de esas toallitas y ataqué el habitáculo. Pude ver, con toda su crudeza, la gravedad del problema que tenía. Realmente, esa ducha tiene más estratigrafía que muchos yacimientos arqueológicos.

Ella se escuda en sus puertas abatibles (hacia adentro), las cuáles hacen casi imposible la limpieza desde fuera y, claro, tienes que adentrarte en terreno hostil y ser presa fácil de una posible emboscada. Además, la ropa con la que entres ya sólo la vas a poder utilizar como yesca para la hoguera de San Juan. Por que, amigos, ¿Cómo puede tener una ducha la misma capa de grasa que una campana extractora de churrería? Ese es mi enemigo, una capa de roña que se incrusta en cada uno de los centímetros del PVC que configuran la ducha y que, noche tras noche, reconquista el terreno ganado por la pulcritud. Es el paño de Penélope.

Pero tranquilos, hoy he dado un golpe de mano casi definitivo: antes de ducharme, me he pertrechado de toallitas corrosivas y, à la manière pornochacha, me he puesto a limpiar dentro de la ducha como un loco. He ganado la primera batalla. Sin duda, por el factor sorpresa de mi acción. Las bajas, mínimas: unas pequeñas quemaduras en las manos a causa del producto corrosivo.

Mañana la ducha me estará esperando bien parapetada. El combate será definitivo.



PD: ¿¡King Africa estuvo en Cambridge el domingo!? Documento gráfico. Jodo, es clavao. BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOMMMMMMMMMMMMMMMBA!!!!!