lunes, 28 de marzo de 2011

London I: gafapasta's kingdom

Hi (mi inglés va mejorando de manera exponencial, ya hasta contraigo).

El pasado día 19, para celebrar mi santo, me cogí la cesta de mimbre, con una docena de huevos y mi bocata de chorizo envuelto en papel de periódico y me planté en la capital del Imperio a hacer unos recados.

Primera sorpresa, estación de Cambridge colapsada de personas humanas. ¿Pero donde c**o va toda esta gente? pensé... Pues donde van a ir, donde yo voy. Perdí el tren previsto y me quedó la opción del tren correo que para, rigurosamente, en toda aldea, casa o establo desde Cambridge a Londres y que tarda 40 minutos más que el expreso.

Segunda sorpresa, el tren hasta las trancas de peña... parecía un tren indio, por la gente y por una señora de tal etnia que acarreaba a cuatro churumbeles rubios, con pelo fino y ojo azules, que es como se caracteriza la etnia hindú. Viendo el percal (hora y media con niños pegando voces a mi lado), me cambie de sitio... y el cambio fue a mucho mejor, donde fue a parar.

Me senté en el mismo vagón que unos hooligans y sus hijos que iban a ver al Arsenal... joder. Al Pater Familias, al que sacaron de la olla de los nacimientos antes de acabar de cocer (de cocción rápida), abrió todas las ventanas del tren y ocupó cuatro asientos... Los otros iban también bien cómodos y hablando de manera discreta... lo peor es que entendía todo el inglés que hablaba, por tres razones: hablaba a voces, hablaba despacio y hablaba con menos vocabulario en inglés que yo, lo que facilita la labor comprensora.

En una de las mil quinientas paraditas del tren se subieron dos finas y, Gloria bendita, una de las dos se puso a pintarse los uñates en el vagón. Hay que joderse, que savoir être. Entre el olor de la cerveza del cromañón, la acetona de la otra y que iba en ayunas.... menos mal que íbamos con todas las ventanas abiertas.

También en el tren asistí a la demostración empírica del clásico civismo inglés y que podríamos denominar "somos más guarros que la Chelito". Pasó así: Los hooligans se bajaron en una parada, las pijas se fueron a sentar en sus sitios, pero éstos estaban llenos de botellas consumidas por los futboleros. Ellas cogieron las botellas y las echaron a otros asientos. Dio la casualidad que en esa misma estación se subió una familia y la Mater familias, al ver los sitios llenos de botellas, las cogió y, por supuesto, las tiró encima de otros asientos. Sólo un sonoro: "hay que joderse que cerda" que me salió del alma hizo que la señora cogiera las botellas de nuevo y las tirase a la papelera, que estaba a su lado.

En Londres me pasaron cosas fantásticas, como que nadie hablase inglés por las calles, sino español; que sólo viese gafapastas por la calle o imitadoras horteras de Amie Winehouse (Emili la bodegas); que estuviese 8 minutos buscando la salida en la librería Foyles hasta darme cuenta que estaba aún en el primer piso (momento Paco Martínez Soria del día) o que en Camden Town se hablase más español que antes y que en el metro el revisor dijese en todo momento: "Por favor, abandone la estación lo antes posible" porque estaba colapsada de, si, lo adivinasteis, españoles que decían: "ozú que agobio", coño pues vuélvete a la meseta.

Volví a la estación, me compré un megamuffin de strawberry y me dormí en el tren.

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