martes, 7 de octubre de 2008

Mcdonald Institute

Ese es el nombre del lugar donde trabajo. Es un Instituto asociado al Departamento de Arqueología. El nombre viene del benefactor. No, no es Ronald McDonald, es R.M. McDonald, un fulano que lo petó patentando el sistema automático de quitarse y ponerse los vinilos (creo, porque el que me lo explicó tampoco lo tenía claro). El tío, como se le caía la pasta de los bolsillos y le gustaba la Arqueología, pues decidió pagar el Instituto. A cambio, hay un retrato suyo en el hall.


Es un sitio acogedor, dos edificios enfrentados, lleno de despachos y laboratorios: arqueozoología, geoarqueología, bioarqueología, genética y análisis de isótopos. Todos ellos tienen nombres de afamados profesores Cambridgenianos: Mcburney, Pitt-Rivers, Glyn Daniel, Graham Clark y Dorothy Garrod (la única mujer, pero con más coraje que todos los anteriores, me estoy leyendo su biografía y estoy alucinado, tenía los ovarios como zeppelines).


Después de un mes en la Haddon Library (ya os contaré), gracias a mi lloriqueo, las personas más importantes de este sitio se han encargado de buscarme un sitio digno de trabajo. Me estoy refiriendo a Lisa y Sara, la primera, que se da un aire a Martina Klein, secretaria del Departamento y, la segunda, que habla español y me ayuda mucho, secretaria del director del Instituto. Bueno, ahora ocupo la sala 3.1.


Mientras me daban la llave, entre formularios y risas, me comentan que tengo que dar 20 libras por la llave, y me rio y seguimos. Bueno, pues cuando me van a dar la llave me dicen: "las 20 libras, please". Les pregunto que si es una broma y me dicen que no, que todo investigador no pagado por el Instituto debe depositar 20 libras por la llave en concepto de fianza. Cágate lorito.


Doy mis 20 libras y me voy a la sala. Cincuenta metros cuadrados que debo compartir con otros cuatro, entre ellos Snodgrass, a los que aún no he visto el pelo. Varios lugares de trabajo, impresoras, estanterías, lupas. Vamos, que estoy mejor que quiero. Eso sí, la Universidad de Cambridge no pone la calefacción hasta el 21 de Octubre y, claro, cada despacho tiene un radiador. Hasta que descubrí el del mio se me heló la nariz.

Aquí teneis unas fotos:



Foto 1: Esto es lo que se ve nada más entrar, el sitio que he elegido es el del fondo junto a la ventana



Foto 2: Desde "mi sitio" hacia la puerta.


Foto 3: Lado izquierdo del despacho desde la puerta (creo que es el sitio de Snodgrass, porque está lleno de libros de Grecia).

Foto 4: Es imprescindible para trabajar aqui ser poseedor de un tea-kit. Falta el calienta agua o Kettler, yo ya tengo uno (fue lo primero que me compre nada más llegar), no sale en esta foto, está detrás de la botella de agua que podeis ver en la foto anterior.


Nada más llegar elijo donde sentame y exploro el entorno. Abrí los cajones para intuir que sitios estaban libres y, creo, que donde me he puesto, lo ocupa la única chica de mi despacho. También he descubierto que la gente está en el trabajo como en casa. ¿Por qué lo sé? Pues porque al abrir una cajonera para ver si estaba ocupado el sitio me encuentro, en el primer cajón té y pastas (esto es unisex), pero en el segundo me topé con lo que podeis ver en la foto 5.
Efectivamente, un kit completo de ropa interior femenina, concretamente modelo deportivo. He señalado, para los menos avezados, las prendas más reseñables: braga, sujetador, calcetines y tónico corporal (¿Para qué co**nes sirve eso?). Mi intuición de raposa me ha hecho pensar que corresponden a la chica, pero me puedo estar equivocando...
Las hipótesis de por qué están ahí son múltiples. En un kit de emergencia ante cualquier fatalidad. La chica viene haciendo deporte, suda y, claro, se cambia para mantener su frescor en las zonas íntimas (súnsun súnsun snsunsúnsu, es la músiquita de las compresas). No le caben en casa. La chica es olvidadiza. No se, hay mil variantes a este hecho. En todo caso, el resultado visual es el mismo: grimosidad supina.
Alguno pensará que puedo ser imputado por algún tipo de delito, pero coño, guardar las bragas en el curro no será delito, pero es de un gusto más que mejorable.
Me recuerda a cuando creíamos que uno vivía en la UNED porque tenía allí sus maletas, ¿Os acordais?

PD: Mientras escribo esto escucho la SER y están poniendo el último disco (o primero) de la ex-cantante de la Oreja de van Gogh. Os aseguro que la mezcla de esta chica "cantando" y la visión de la foto del cajón tiene efecto purgante.

No hay comentarios: